No hay un consuelo para el duelo más que la resignación. Es el dolor o el olvido, y este vacío soy yo.
Te lloré un sábado, te pensé un domingo. ¿Qué más duelo puedo darte, si al fin y al cabo la balanza se inclina hacia el mal? (Y me tenes tan bien entrenada que sigo pensando que lo bueno, vale mil veces lo malo que pudo venir después).
Un duelo. Uno. Chau.
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